días de calor y avatares

Con este calor exagerado todo se transforma y tiene otros tonos,

algunos lo padecen más que otros.
Los niños que pueden jugar con agua en el balcón son absolutamente felices y lo disfrutan.

Mi consultorio cerrado para que el ruido de la calle no interfiera demasiado, lleno de la luz del poderoso sol y con el ventilador de techo prendido que acompaña con su ritmo las palabras, se convierte casi en un mundo aparte.

Mientras atiendo me siento en una habitat cargado de energía y vicisitudes valientes, cada persona con su singularidad protagoniza su vida, se debate, accede, logra, se frustra, intenta, avanza, para, sigue, prueba, se sube, se baja, la aventura de vivir en pleno despliegue.

Participar de eso y encima poder aportar algo es un privilegio. Me siento agradecida siempre con quienes transitan y comparten sus devenires conmigo.

Mi hijo Andrés hoy se fue de campamento ¡todo el día!.

Estoy ansiosa por ir a buscarlo, verlo llegar, recibirlo, estar ahí, presente.

A la mañana fuimos a despedirlo y noté mi equívoco, de esas cosas que nunca imaginé que podrían llegar a sucederme. La imperfección de madre de varios hijos medio superada por las circunstancias apareció en todo su esplendor. Lo noté cuando lo ví salir a Andi de su sala con la remera del campamento decorada por los maestros, divina, batik turquesa... le quedaba re ajustadita, corta, como encogida... ¿?

... de repente entendí todo.

Me confundí, evidentemente la mañana que mandé en las mochilas las remeras blancas para que en el cole se las pinten, puse la más grande en la mochi de Bruno y la más chiqui en la de Andi.

Asi es que a Bruno su reme de campamento le quedaba un poco holgada y me llamó la atención el otro día pero dije bueno... es que él es flaquito,

pero hoy cuando lo ví a Andi con su remera pegadita al cuerpo, como dos talles más pequeña... me dí cuenta de lo que había pasado, ¡ay! ¡qué cagada!

De todas maneras lo más importante es que creo que Andres no parece haberse hecho mucho problema, y lo ví partir contento sentadito en el micraso lleno de niños ávidos de aventuras y colmados de vitalidad.

Mamás y papás despedíamos emocionados esperando el momento de volver a buscarlos.

Vá terminando el año y todo entra en un ritmo vertiginosísimo, y a pesar de que hay que hacer y organizar ocho millones de cosas, una vez más me gustan estos tiempos con ánimos festivos y ganas de más.