... muchas cosas le agradezco a mi madre, y por otras muchas también la critico y ella me banca y eso también se lo agradezco y me resulta una enseñanza que espero poder poner en práctica cuando mis hijos me lo hagan a mi.
Una de esas cosas, y es de esas que disfruto todos los días, es el curso para aprender a escribir a máquina al que me llevó en Academia Pitman cuando yo tenía 10 años. No sólo me llevó sino que también ella lo hacía.
Fue buenísimo, de esos recuerdos imborrables. Fue una introducción a un mundo adulto y heterogéneo que me alucinaba. Yo flasheaba, no sólo porque aprendía a escribir a máquina usando todos los dedos, cosa que me hacía sentir la mujer maravilla, sino también porque descubría la inmensidad del mundo en cada cara, en cada persona...
... todos diferentes, cada uno en la suya... adolescentes secundarios medio embolados y a la defensiva por tener que estar ahí, mujeres jóvenes con onda ejecutiva queriendo aprender y mejorar, señores grandes serios poniéndole garra no entendiendo yo muy bien para qué, señoras mayores con todos los pintorescos tics de la mayoría de edad, interesantes, con sus experiencias y expresiones,
algunos personajes más que misteriosos que yo no lograba descifrar a qué iban ahí, para qué...
... me acuerdo siempre de esas mesas larguísimas con una máquina al lado de la otra en fila, cada cual con su cartón de teclado y su hoja de práctica, las señoritas y señoras profesoras que pasaban a chequear y a corregirnos a todos, uno por uno, con mirada seria y exigente, retaban a los que mascaban chicle mientras ellas mismas lo hacían y yo moría de ganas de hacerlo porque me resultaba cancherísimo escribir a máquina comiendo chicle y ni qué decir de hacer algún globo de vez en cuando, pero no me animaba...
... me acuerdo de una de las profesoras que me copaba cómo lograba tener siempre los labios perfectamente delineados pintados de rojo, canosa ella y elegante, con un look avejentado pero cuidado, como coqueta, rarísima...
... el sonido de todos los teclados juntos y mezclados los ritmos de cada uno en esa aula enorme de un edificio medio antiguo sobre la Avenida Santa Fé, ¡¡era un flash total!!, íbamos dos veces por semana, martes y jueves...
... los lunes, miérc y viernes yo iba a danza clásica y en general, aunque no me llevaba, también mi mamá me iba a buscar ...
... me acuerdo de la ansiedad y el deseo de terminar el curso y que me dieran el diploma... ¡guau!, la sensación de fuerza y poder que me daba sentarme frente a la máquina y tocar las teclas pudiendo hacerlo cada vez más rápido, ... y cuando llegué a la instancia en la que me tomaban velocidad ¡qué vértigo, qué ganas, qué miedo, qué mezcla de sensaciones fuertes!,
también me encantaba mirar a las mujeres con uñas pintadas de rojo tocando teclas de máquina de escribir...
y deseaba tener mi propia máquina de escribir en casa... y mamá me decía que cuando terminara el curso y me dieran el certificado me la iba a comprar y asi fue, y me encantó, y fui feliz, y me pasaba ratos larguísimos sola en mi cuarto tecleando como quien anda en bicicleta y siente la libertad del viento... a veces se hacía tarde y yo seguía entusiasmadísima con mis escritos y copias de libros y enciclopedias, hasta que en un momento mamá y Dani (su marido, como un padre para mi) me pedían por favor que fuera terminando porque querían dormir, y como el depto era chico se escuchaba mucho ese sonido infernal que me gustaba tanto de las teclitas una siguiendo a la otra, logrando ritmos y encontrando sentidos ...
bueno... este recuerdo se está haciendo larguísimo - ¿es para el blog o es para el cuaderno personal? - "eso no es lo que importa", me diría Alejandro, lo que importa es escribir,
salíamos de Pitman y nos comprábamos los caramelos importados de dulce de leche que a las dos nos encantaban, cuando salía de baile también me los compraba, o a veces me traía de sorpresa semillitas del Once, que también me encantaban y las íbamos comiendo caminando camino a casa...
una genia mi mamá, ahora que soy madre me doy cuenta cuánta garra que le puso a tantas cosas...
y ahora es ella la que en muchos momentos está con mis hijos y los cuida mientras yo disfruto de lo mismo: produzco sentidos y encuentro ritmos con las teclitas de la compu... porque la maquinita de escribir ya es vieja y está guardada en un placard del estudio de Ale,
¡¡FELIZ FELIZ A TODAS LAS MADRES EN SU DÍA, Y SOBRETODO A LA MIA!!
Está bueno saber que cuando estamos cansados no tenemos que creer que contamos con los mismos recursos que cuando nos sentimos enérgicos,
