Félix cumplió 6 meses y tal como me decía ayer Moni, la mamá de Azul, "el sexto mes es un hito", yo también lo siento asi.
Está grande, conversador, movedizo, risueño, participativo y ávido de probar nuevos sabores.
El Dr. Faingold lo encontró perfecto y nos dió el primer menú.
En principio la banana pisada con leche le encantó, se comió todo gustoso y sin parar. El papá preparó la ración y sugirió que por ser la primera vez no le diéramos más que eso, aunque de ser por él parecía querer seguir probando. Andrés le hizo un videito para guardar el momento, Brunito dormía. Yo brindaba con champagne a la salud de mi hijito chiquito.
Experiencia distinta esta a las anteriores, mis dos hijos criados a teta libre no se entusiasmaron mucho con las primeras comidas, más vale todo lo contrario, tardaron bastante en incorporar otros alimentos.
Ahora que puedo hablar con conocimiento, en base a mi experiencia, vuelvo a sentirlo y a decirlo: no hay nada mejor que la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses, mejor y mucho mejor en tantos, tantos aspectos y sentidos.
Por decir algunas cosas: la continuidad de los cuerpos, la nutrición, el descanso compartido y relajado, la sensación de llevar el alimento en una misma junto con el bebe que lo necesita, la comodidad, la higiene, la entrega, la tranquilidad de saberlos y sentirlos bien alimentados, sanos... nuestros.
Sí, ya sé, hablo desde mi experiencia propia, y cada chico es un mundo y cada vínculo único e irrepetible.
Y cada experiencia es propia, singular y es asi como este hijo Felicito me enseñó y me sigue enseñando mucho, me hace ser mejor madre, más comprensiva y conocedora de tantas cosas y sensaciones que nunca antes había tenido con mis otros hijos.
Generalmente cuando falta algo otra cosa viene a compensar y a potenciar por otros lados.
Félix se ubica sabiamente en este mundo familiar, lo engrandece y lo complejiza desafiando todo lo esperable para hacernos mejores a los que lo recibimos con toda el alma.
Ilumina sombras mías que no conocía, alumbra miedos, angustias y frustraciones diferentes, enriquecedoras y dolorosas también.
Posibilita nuevos placeres, disfrutes y tranquilidades maternales.
Lo que me trae Felixcito es básicamente un amor inmenso, un amor maduro, confiado, disfrutador, bienvenido a lo grande.
Cuando le conté a su pediatra, con culpa por no habérselo detectado antes, que había tenido muguet (un hongo en la boquita), Faingold me dijo (una vez más siendo justo, amoroso, equilibrado, también padre de 3 hijos varones) sabiendo lo que dice: "Cada hijo tiene lo suyo" y es tan asi.
Este bebe es un hijo con el que construímos un vínculo que me enfrenta y me confronta con otros espacios míos, que me permite involucrarme con él desde una discriminación que le imprime a nuestra relación mamá-bebe algo muy pero muy especial y copado, él es muy él.
Los tres crecen y me muestran día a día eso que se dice del amor a los hijos, que siempre escuché y que ahora siento en carne propia: el amor es un montón, incondicional y enorme para todos y con cada uno pasan cosas distintas.