Monday, April 28, 2008
vibraciones DANIDAN
Sunday, April 27, 2008
finde fatal
Monday, April 21, 2008
mi bebito quiere upa
Dar la teta es pura entrega, entrega total, entrega de una misma, del cuerpo, de todo, es estar disponible a pleno, full time, cama adentro, sin retiro. Mi bebito crece a teta libre. Teta que es mucho más que alimento, es certeza, cuidado, amor, lugar seguro y tranquilo.
Sunday, April 20, 2008
DANIDAN, mi hermano
Mi hermano expone en Praxis,
hace cosas lindas, locas, profundas...
los interesados pasen y vean...
(para agrandar la imágen clickear sobre la misma)
Tuesday, April 15, 2008
visiones de la mujer
Es tan lindo, tan empático y sensible (como es él) que hoy quiero copiarlo en mi blog.
Visiones de la mujer
Todos hemos aparecido en el mundo a través del cuerpo de una mujer. Es una obviedad, pero es también un hecho impresionante. La mujer es la sede del ser, la Houdini de la existencia. El truco está en su interior, ella es la que manipula la llave mágica de la vida. Nosotros aportamos, sí, un poquito. El poquito aportado cobra sentido luego, cuando se desarrollan las etapas que avanzan hacia la madurez, es decir, a lo largo de todo el crecimiento de la criatura resultante, pero lo cierto es que miramos desde afuera, y en cierta manera desde lejos (a veces desde demasiado lejos) al proceso de todos los procesos. Hay que resignar mucho narcisismo viril y saber postergarse en lo esencial para acompañar en el rol segundón que nos toca, o para entender, superado el desengaño, que tampoco somos tan superfluos, ya que en definitiva para que las cosas salgan bien debemos hacer aportes amorosos indispensables.
En psicoanálisis se dice que es el hombre el encargado de poner la ley. Sí, ponerla, como si fuera un aderezo para la ensalada o peor, un órgano sexual. El hombre pone la ley cuando le dice al hijo o a la hija: pará con tu demanda infinita que acá estoy yo, la que llamás mamá es también mi mujer y no sólo tu madre, y la necesito mía. La ley la pone hacia los dos lados, hacia el lado del recienvenido, que querría muchas veces que el molesto protector masculino no existiera, y hacia el lado de la madre, a la que también hay que límitar en su desmedido amor de crianza porque corre el riesgo, dada su abundancia, de malograrse. La ley se pone porque lo que se pone es un límite. El límite estructura. El límite arma. El límite deshace el imperio de la ilusión, que se prolonga como el sueño de un todo y un siempre. Le muestra al nene o nena que es un ser que deberá crecer, y a la enamorada madre que su producto no le pertenece sino que es un ser en sí mismo. ¿Es la mujer un ser de impulsos abundantes que tolera mal el límite y la medida? Sabemos que no. Podríamos verla como siendo en su afectividad sin reparo la encargada de la dimensión irracional y expansiva del universo humano, pero también es ella, muchas veces, más capaz de ley y de límite que su par masculino. La ley, para el hombre, -siempre entendida desde este punto de vista de límite y reconocimiento de realidades que someten pero ordenan (la poda del mundo)- es la que le permite mermar el de otra manera excesivo idealismo masculino, ese que desconoce la forma de la realidad, que lo hace extraviarse en los absurdos vericuetos viriles de la historia, la especulación filosófica y la guerra.
Gracias a la maternidad que está en su destino, la mujer madura más fácil y más rápidamente que el hombre. Está más pegada a las cosas concretas, porque su cuerpo mismo engendra al otro y porque al hacerse cargo de la minuciosa y constante atención que ese nuevo ser exige llega a reconocer el territorio de la realidad de manera lo más eficiente posible. La mujer está más directamente relacionada con la forma objetiva del mundo. El hombre vuela, y en su vuelo muchas veces se pierde y se va. La mujer madura porque debe hacerlo dadas la dinámica de su propio despliegue, ella debe reconocer cómo son las cosas ¿Cómo son? La nueva personita llora y quiere comer, necesita ser cambiada, necesita atención, constante. No florece sin amor, no avanza, no prospera sin un cuidado permanente. Estos procesos la llevan a tener que vencer su posible inercia, su fiaca, la humana tendencia espontánea hacia el extravío o la dejadez, y ponerse al servicio de algo que tiene sus reglas más allá de toda intervención imaginaria. El ser concreto patalea y pide, o exige, y hay que dejar la realidad imaginada para volcarse a la verdad de las necesidades impostergables.
Muchas mujeres (y también muchos hombres) se resisten frente a la idea de que el hecho de la procreación sea considerado tan importante en la vida femenina. Piensan que al hacerlo estamos descuidando el hecho de que ellas están para mucho más que eso. ¿Les parece poco? ¿O esta visión un poco feminista es ya caduca y hemos aprendido a reconciliarnos con el tema y a entender que ese hecho es por mucho de una trascendencia y un valor imposible de superar? ¿Es cierto que la cultura humana ha ido acercándose al reconocimiento de esta verdad enriquecedora?
Spinetta dice en una canción que la mujer tiene "un ojo que mira al magma". Es una visión al estilo Castaneda, autor de la saga en la que el indio yaqui Don Juan despliega una interpretación del mundo muy antigua y particular, y muy distinta de la nuestra. Ese ojo que mira hacia abajo es aquel por donde el laboratorio femenino de la creación recibe -como dijimos- el detalle masculino con el que luego ella hace la difícil tarea de producir una persona. Pero es un ojo, parece, que está al mismo tiempo atento a la sustancia bullente que la tierra encierra, cargándose de un impulso y una determinación profunda. Como si la mujer estuviera siempre atenta a ese caldo central del planeta, su núcleo enterrado e hirviente, y recibiera de allí sensaciones y certezas que los hombres no logramos percibir. La idea postulada, presentada en la frase citada en términos poéticos, es que la mujer posee una relación particular con la existencia, distinta de la masculina, y que esa relación es de alguna manera más básica, lo que la haría poseedora de una percepción dotada de una densidad valiosísima . El ojo que su propio cuerpo es ve la existencia de una forma especial y poderosa. Supongamos que esto nos llevara a sostener que la mujer es más animal que el hombre. Ser más animal no significaría de ninguna manera estar más bajo en la escala evolutiva, ni carecer de dotes refinadas, señalaría más bien una diferencia que debemos pensar como una distinta forma de ser, como si en la gama de vibraciones o de magnitudes ontológicas de consistencia ocupara una dimensión de otro tipo. La mujer es entonces tal vez la que nos permite entender lo animal humano, la que nos pone frente a los ojos el carácter orgánico de todas nuestras complejidades, y la que nos enfrenta con la oportunidad de corregir una racionalidad que muchas veces no sabe acotarse y encontrar su justo lugar. La mujer sería así una especie de maestra de la existencia, o en todo caso, la que expresa una forma humana a la que debemos estar siempre auscultando para ajustar la mirada, tanto para el intento humano de conocer, como para el de vivir lo más felices posibles como individuos.
Alejandro Rozitchner
Ejemplos para no imitar
RESONANCIAS
Es fuerte la energía que se genera cuando se comparten sensaciones intensas, intimidades.
Otros hijos, hermanitos apoyando y resonando con la emocionalidad alterada de las madres, acompañando los puerperios, las oscilaciones anímicas.
Son fenómenos tan poderosos y formativos de la afectividad de nuestras parejas, de nuestros hijos. Aprendizajes para la vida. Experiencias familiares en las que todos quedamos involucrados. Se incluyen abuelos, amigos cercanos, maestros de nuestros hijos, la gente que ayuda en casa.
La soledad de la que hablamos trasciende las companías, las presencias, las ayudas. La soledad que se experimenta en los puerperios es la que nos pone cara a cara con la finitud, es la que nos confronta con nuestra condición de ser humanos. Es una soledad que merece ser vivida y sentida. Pobres son los que se la pierden, evitarla es casi miserable, es no poder honrar la vida que nos toca.
Hay modos de no encontrarse con esta soledad, hacer de cuenta que nada es tan intenso, ponerse rápido en otro plan, colgarse del que tenés al lado y agotarlo, creer en alguna cosa sobrenatural y varios etc. que no vienen al caso.
Escenas imborrables y conmovedoras:
La carita de Andrés cuando lo tuvo a upa a Félix por primera vez.
El "¡mami!" de Bruno cuando lo fui a buscar al jardín después de varios días post nacimiento.
Ale en la cama con cada uno de un lado y el bebito encima, todos pegaditos.
Hay momentos de caos y desesperación, pero también hay muchos de plenitud, de expansión personal y existencial increíbles.
Sunday, April 13, 2008
PUERPERIOS - Laura Gutman
Problemas de mujeres
Wednesday, April 09, 2008
"hay que poder soltarlos"
Hablando de los hijos y las formas de ser madres me dijo algo que me recordó momentos vitales menos fusionales, que me refrescó, me animó y me alivianó, "hay que poder soltarlos". Gracias Su.
Y es tan asi, a los hijos les hace bien para la vida que una los suelte cuando hay que hacerlo, soltarlos con amor, con la convicción de que ellos van a poder, de que una ya les dió los recursos o se los va dando junto a la experiencia, la companía, el sostén.
En estos tiempos de tanta fusión con mi pequeñito, me ayuda, me sirve, me hace bien saber que los otros dos ya me tuvieron siendo una con cada uno de ellos el tiempo necesario, ahora me necesitan diferente, cada cual lo suyo y yo con todos, ojalá que lo suficiente para cada uno.
Querer que no sufran es un ideal imposible, además de que en realidad es mejor que sí sufran y encuentren en mí colchón y consuelo, y aprendan que sufrir no es tan grave tampoco, obvio en un contexto amoroso.
Bueno... esas cosas...
...mucha teta, mucho amor, nenes muy movilizados que demandan y reclaman,
mucha mamá enamorada, enérgica y agotada y...
mucha familia y recuerdos y aprendizajes que se resignifican.
Monday, April 07, 2008
recuerdos significativos
Además de estas funciones obvias y lógicas de un conmutador, después de unos meses empecé a descubrir otras posibilidades. Una de ellas era que se podía apretar un botoncito y escuchar conversaciones telefónicas sin que nadie se diera cuenta. No se lograba en todas las conexiones, dependía de los internos y de ciertas líneas, o sea, había combinaciones que nunca entendí cuales eran que se tenían que dar para poder interferir la llamada. La verdad es que no me dedicaba mucho a hacerlo, esto de escuchar conversaciones ajenas en el medio de tanto laburo no era ni muy cómodo ni muy posible, se me daba de vez en cuando, a veces de casualidad, en general no enganchaba nada demasiado interesante, y cuando tenía espacios con poca carga de llamadas aprovechaba para leer, estudiar o hacer mis propios llamados.
Toda esta introducción para contar que un día escuché sin querer una conversación que me conmovió profundamente, era de un director de cuentas al que lo había llamado su mujer. Ella acababa de tener un bebito y creo que tenían uno o dos hijos más, ella lloraba desconsoladamente y le hablaba de cuestiones hogareñas, él no podía mucho decirle nada, seguro imbuído en algún quilombo de laburo, de cuentas, de clientes. Ella sonaba quebrada, necesitada, bastante indefensa, a él se lo escuchaba desbordado, hinchado las pelotas y sin saber mucho qué hacer ni qué decir.
En ese momento yo no entendí demasiado nada qué les pasaba, pero siempre me acuerdo de esa comunicación que me resonó como un momento muy especial de esa pareja, intenso, fuerte.
Hoy entiendo de todo corazón lo que tanto me impactó de esa conversación, comparto, siento, acompaño esas sensaciones indescriptibles de hombres y mujeres en plena crianza.
Esta tarde no está siendo fácil, el bebito quiere teta y upa como corresponde, los dos chicos están bastante angustiados, yo cansada, no hay propuesta que valga, creo que la fórmula es resistir, como diría Winnicott.
Saturday, April 05, 2008
Primeros días de Felix
Son pocos los preciados momentos que tengo para estar sola con él, casi siempre hay uno o dos niños más dando vueltas cerca nuestro, llenando los vacíos que se abren en este tiempo de ánimos puerpereales indomables. Hermanitos que lo miran, lo tocan, lo quieren tener, besar, apretar, conocer, mientras Felix toma teta, observa, siente, duerme y reconoce su cuerpito inaugurando funciones en esta nueva dimensión.
Ser mamá de tres en principio me expande el corazón de amor y luz, una inmensidad de emociones fuertes, enormes, nuevas, me invaden y me tienen impactada. Lo otro que me dá es mucha, pero mucha mucha sensación de responsabilidad, que hasta me asusta de tanta que es.
Lo cierto es que los días pasan y ningún momento es tan caótico ni tan grave como imaginé, por lo menos por ahora. Como suele suceder, cuando las cosas se viven y se atraviesan no son tan terribles como en las temibles fantasías.
La naturaleza es tan sabia que hace que los chiquitines recién salidos de la panza duerman mucho en estos primeros tiempos, entonces sus apariciones cortas nos van dando tiempos y ritmos para que sus hermanitos se adapten a él.
Es el mismo fenómeno que se dá durante el embarazo en los cuerpo de las mujeres, de a poquito nos vamos acostumbrando a ese sercito que cada vez nos ocupa más espacio hasta que tiene que salir y queremos que salga.
Sale y nos sentimos tan vulnerables como ese chiquito, indefenso y frágil del que ahora y para siempre somos madres.
Extraño la panza claro, a pesar de que a lo último una no pueda más con su cuerpo agigantado, tenerlos adentro se extraña. Nada de todo esto que nos pasa a las mujeres es racional, ni tendría porque serlo y es parte de la maravilla que nosotras experimentamos. Hace diez días tenía a mi bebe en la panza, hoy ya está afuera. Es difícil para algunas personas entender el atravesamiento que sentimos las madres recién nacidas, que quedamos sumergidas en estados de ánimo raros por un buen tiempo hasta que logramos reconectar con el mundo regular de todos los días.
Lo más intenso de la maternidad, lo más sublime y misterioso que tiene es lo cerca que nos pone de nuestros aspectos salvajes, lo mucho que nos conecta con nuestra animalidad, con las formas más instintivas que las mujeres somos capaces y afortunadas de tener.